18 abril 2007

{Prensa CLP} nota

                                               El largo adiós
 
                                                                          Por Raúl Isman
Docente. Escritor.
Miembro del Consejo Editorial.
de las Revistas Desafíos y 2010.
 Director de la revista
Electrónica Redacción popular.
                                      raulisman@yahoo.com.ar www.geocities.com/raulisman
 
Hemos elegido el título de la más célebre creación novelística del gran Raymond Chandler para que sirviera como presentación para una nota que glose la poco emotiva despedida del firmamento político argentino de la doctora Elisa Carrió, uno de los personajes más detestables que pasó por el escenario de la actividad. Su rictus despectivo, su jeringoza con pretensiones filosofizantes, su unción mística rayana con lo patológico pronto serán un recuerdo oportunamente  rescatado sólo por archivistas divertidos. La escena carece de la grandiosidad wagneriana que es de esperar en una opera trágica, más bien se asemeja a la comedia de enredos o a una opereta bufa. Ciertamente, la capacidad de la dirigente para hacer daño fue menor que la de Carlos Saúl Menem en razón de que el supremo riojano tuvo un indudable talento- en su época de esplendor- para construir coaliciones políticas para ejercer el poder; capacidad para la cual Carrió carece por completo de dote alguno. De modo absolutamente opuesto, la doctora es una suerte de rey Midas posmoderno que, lejos de transformar en oro todo lo que toca, lo convierte en detritus; con su correspondiente impronta aromática. Así, los restos de su fuerza política serán trasladados no por cortejos fúnebres, sino por camiones atmosféricos. Pero idénticas son las motivaciones de ambos por dañar al movimiento popular y los dos sirven por igual al poder económico. Desde su imagen de corrupto impune el riojano (con teñido dorado de play boy de la posmodernidad algo demodé); o desde su bagaje de moralismo berreta la patricia chaqueña.
Por fortuna, el escritor de novelas policiales no podrá demandarnos por comparar su obra con semejante personaje, en razón que el eximio narrador falleció en 1959; y, si vivera, tal vez ni se enteraría de estas líneas habitando en el primermundista territorio californiano. Parafraseando a otro gigante de las letras, nuestro compatriota Osvaldo Soriano, la militancia del A.R.I (una fuerza otrora considerada progresista). está llegando al final de su trayectoria como fuerza política para quedarse  triste, solitaria y final, luego de algo más que un lustro de seguir casi incondicionalmente los diversos dislates pergeñados por la máxima referente. Lograron de tal modo aislar completamente al partido de todo contacto con las mejores fuerzas de la sociedad civil, abroquelado en el absurdo de oponerse irracionalmente al sentimiento popular, defendiendo a los peores enemigos de la nación y autocolocado en un sitio de superioridad no refrendado por hecho empírico alguno. Todo lo cual no le impide- más bien al contrario- a la máxima dirigente ser habitué en todos los programas televisivos al servicio del poder económico; donde, para regocijo de los comunicadores de la derecha, musita sus exabruptos con aire doctoral.
En la medida que venimos dejando testimonio escrito de la crisis de la fuerza y no deseamos repetirnos en lo ya dicho, remitimos al lector a los siguientes trabajos anteriores. Por ejemplo, para analizar la absurda caracterización de Kirchner como fascista, verdadera logomaquía (creación del discurso) de Carrió, puede verse:
En un largo trabajo escrito este verano, se analizan los delirios carroistas y sus profecías- tan incumplidas como incumplibles- durante el pasado estío. La segunda parte del artículo puede consultarse desde:
La alianza Argentina-Venezuela- indudablemente parte del corazón de la unidad latinoamericana- es considerada como populismo fascista, por parte de Carrió. El final de nuestro trabajo dedicado al acto del 9 de marzo en Ferro con la correspondiente crítica está en:
Retomaremos la historia desde el armado porteño. El escenario constituía un evidente ninguneo para la fuerza, en el que los diversos candidatos del A.R.I. (los derechistas Patricia Bulrich y Enrique Olivera, favoritos de Carrió) no recibían intención de voto ni lograban mantener unidas las menguadas fuerzas del partido en territorio porteño. Los destacamentos del distrito se hallaban enfrentados con la fundadora, pero reconocían que ella debía desempeñar el papel de gran voz y dedo electoral con decisión en última instancia (y también en primera) sobre candidaturas, alianzas, propuestas y todo lo que pudiera ser de importancia. Así queda en descubierto lo endeble (trucho) del discurso arista. Patético es el contrato moral que reposa en una sola figura como garantía última e infalible. No es contrato y mucho menos es moral. Lo único que queda en pie es el diálogo interreligioso, que la chaqueña prefiere con obispos y rabinos (como el blumberiano Sergio Berman); cuanto más preconciliares y reaccionarios, mejor.
En tal contexto, la dirigente del A.R.I.y todo el partido veían como el centimil mediático era concentrado por el candidato y jefe de gobierno Jorge Telerman (que había decidido la fecha comicial); por Mauricio Macri (jefe político de la derecha) y por el pretendiente oficial(ista) Daniel Filmus, en pleno proceso de instalación para su figura. Entonces, la ex progresista concibió la idea de sugerir que pudiera postularse en la pelea para jefe de gobierno. En principio, logró cierto impacto, que duró un suspiro, lo que se tardó en medirse mediante encuestas las consecuencias de su patética jugada sobre la opinión pública. Allí, decidió bajarse de la pelea por la ciudad, luego de anunciar con extraña e injustificada suficiencia, que podía ganar el comicio, en caso de proponérselo. El bajarse a posteriori refleja que semejante suficiencia carecía de respaldo en los votos proyectados a futuro.
Veamos los hechos desde las propias declaraciones de la fundadora del A.R.I recogidas por el matutino Clarín. Primero, al anunciar, coqueta, que meditaba si presentarse en la ciudad o a la presidencial, haciendo honor además a su tradición de colocarse en un pedestal de superioridad moral que nadie más que ella le atribuye. Luego de definir a Filmus y Telerman como dos contendientes de la interna peronista (la doctora le habla siempre hacia un auditorio gorila, es decir, cerrilmente antiperonista) y de mencionar a Macri como candidato de los negocios, declaró:
"He tomado la decisión de no abandonar la Capital. El principal problema es que la solución más fácil sería que yo fuera candidata. Pero si yo voy a la presidencial va a haber un candidato sorpresa en la Capital" (3 de marzo) Parece ser que sin Carrió, la Capital Federal se halla abandonada. ¿Ahora, quién podrá defendernos? El candidato sorpresa, desechada por decisión de ellos mismos las candidaturas del periodista conservador Jorge Lanata y del banquero neoliberal Alfonso Prat Gay, se orientaría hacia algún cómico televisivo que fuera coherente con la seriedad de la orientación impresa al A.R.I. por la fundadora. Prueba de ello fueron las declaraciones posteriores en las que se solazó como niñita traviesa:
"En estos días estoy feliz porque hicimos un lío bárbaro. Les pateamos un poquito el tablero" (6 de marzo). Lo que no evaluó adecuadamente es que el tablero más alborotado fue el de su propia organización que -luego de la movida- se orienta con prisa y sin pausa hacia la extinción (hartamente merecida). La declaración anterior de Carrió ocultaba mucho más que lo que decía explícitamente. Es decir, que su finalidad principal era dividir y debilitar al espacio progresista, favoreciendo las chances de Mauricio Macri en la ciudad. En efecto, de haberse dirimido la segunda vuelta entre ambos candidatos, la única opción realmente progresista hubiera sido exiliarse de la ciudad. Ya con la destitución de Anibal Ibarra, quedaba claro el verdadero beneficiario de las posiciones aristas: Mauricio Macri. Por fortuna, las encuestas demostraron que el electorado más politizado y conciente no cayó en la trampa moralizante de Carrió y confinó al A.R.I a la pelea por los últimos sitios del chart comicial, en dura lucha contra la izquierda del corralito del 1 %.  Ahora, los restos del A.R.I. porteño, el único distrito que contaba cierta fuerza, resultan tupamarizados entre un hipotético acuerdo con el radicalismo, con Telerman, o el apoyo a la candidatura de Claudio Lozano. La decisión de Carrió de aliarse con Telerman aportando el candidato a vicejefe (el muy conservador Enrique Olivera)  será analizada un poco más adelante. Fuera de la ciudad,  la disgregación del partido se verifica con la renuncia a la fuerza del intendente de San Martín, Ricardo Ivoskus, quién toma distancia de tanto irracionalismo. Se trata del único distrito gobernado por aristas; con lo cual las muy menguadas chances en el comicio nacional siguen decreciendo notoriamente.
La orientación exclusivamente moralizante del discurso de nuestro personaje- además de los propios desvaríos de la enunciadora que no son un tema menor-se originan en las peores percepciones de las clases medias y configuran una representación de la realidad social demasiado sesgada y limitada. La creencia en que el único problema de nuestra sociedad es (la ausencia de) moral es muy fuerte en las referidas capas medias y contiene un error más que sustancial: no toma en cuenta entre las variables más importantes las iniquidades propias de todo sistema capitalista. En consecuencia, tal concepción constituye una apología de un modo de producción que se las ha arreglado muy bien para sembrar desigualdades en todo el mundo. La corrupción viene así por añadidura. Coherente con tal discurso, el A.R.I. tal vez levante los dígitos de una mano entre el electorado más férreamente conservador.     
Por cierto que no todo es decencia para transformar la sociedad. Esta constituye una condición necesaria, pero no suficiente. El contenido de los proyectos políticos (es decir, si son de izquierda o de derecha) y su relación con sus apoyaturas y anclajes en las clases sociales es más importante que la (auto) declamación de ser portadores de la honestidad más prístina. Y resulta grotescamente conmovedor observar los paralelismos y coincidencias entre los discursos de nuestra doctora y lo más prosaico de las clases medias que se ofenden por la corrupción reinante; al tiempo que se ufanan y vanaglorian de eludir y evadir impuestos. Restarle recursos a un estado al que le exigimos que provea una infinidad de servicios, ¿no es corrupción?
Para peor, una porción importante de las capas medias se halla absolutamente derechizada. Durante lo peor de la crisis, gran parte de nuestros pequeños burgueses se orientaron hacia soluciones asociativas para la difícil situación que se vivía. Una consecuencia indeseada del crecimiento económico actual lo constituye el reverdecer de las expectativas para vastos sectores en salidas de índole individual. Es la transición entre la consigna del 2002 ("piquete y cacerola, la lucha es una sola") y el actual auge autoritario que puede notarse en franjas de las citadas clases medias. A ello puede adjudicarse parte del giro derechista de Carrió; además de su pertinacia en delirios, para los cuales carecemos de herramientas conceptuales que nos permitan caracterizarlos científica y adecuadamente.
La fundadora del A.R.I. se presentó en cómica puesta en escena, durante el decadente programa dominical de Mariano Grondona. El otrora comunicador estrella de la derecha ha perdido su lugar en la T.V. abierta (seguramente desgastado por tantas causas injustas defendidas y/o promovidas por él) para vegetar en un canal de cable. El día domingo 18 de marzo, flanqueado por Carrió, el plumífero apologeta de todos los golpes de estado enunciaba la teoría que el gobierno de Kirchner es uno de los más corruptos de la historia; como ya lo había hecho en presencia de Carlos Menem cuando aún se sostenía en Canal 9. La doctora pintó un panorama más propio de un delirio psiquiátrico que de un análisis serio de la realidad de la sociedad. Habló de "un pueblo esclavo y de muertos en las calles". No se trata de negar que puedan existir algunos crímenes causados por la delincuencia, pero la fundadora del A.R.I. sugiere oblicua y sibilinamente que puedan ser decesos debidos a lo que ha llamado "fuerzas de choque" gubernamentales. En cuanto a la esclavitud, la refiere en sus causas al clientelismo político. Sería ingenuo y mentiroso negar el hecho que el gobierno utiliza el clientelismo político. En rigor, es una desventaja comparativa no hacerlo. Por no hablar de la importante demanda por parte de diversos sectores para estas prácticas. Pero el proyecto gubernamental lo emplea residualmente para ampliar su coalición de poder; mientras que- al fortalecer el crecimiento y el descenso de la desocupación - se crean las bases para minimizar al máximo su utilización. No hubo ningún gobierno desde el retorno a la democracia que haya hecho más que el actual por ampliar las condiciones de ciudadanía social para gran parte de nuestro pueblo. Y a tal gobierno Carrió lo equipara al nazismo llamando al pueblo a resistirlo junto a "luchadores" como Patricia Bulrich (de consecuente trayectoria al servicio del poder económico), Jorge Lanata o el yupie Prat Gay. La dirigente recién citada cuyo nombre completo- que denota adecuadamente sus características oligárquicas- es Patricia Bulrich Luro Pueyrredon demoró más de un septenio en percatarse de la existencia de corrupción en el Menemismo. Tal vez para analistas ingenuos sea este un rasgo candoroso e ingenuo en su personalidad. Pero, en términos rigurosos no es más que complicidad cínica e hipócrita con el saqueo sufrido por la nación y su pueblo
Analicemos brevemente la voltereta que ha realizado Carrió en la ciudad. Líneas arriba hemos subrayado que hace menos de un mes decía que Filmus y Telerman eran  parte de la misma execrable y fascista construcción. Hasta que llegó la doctora con su varita mágica republicana y le concedió al calvo jefe de gobierno pasar al bando de los "buenos". "Carrió explicó ahora que "la garantía de diferencia" será Olivera, como representante de la coalición cívica. También le restó importancia al hecho de que el jefe de Gobierno se hubiera pronunciado a favor de una eventual reelección del presidente Néstor Kirchner. "La salida de Hitler es confusa, pero prefiero mirar la salida de Hitler. En octubre va a cambiar todo tanto... No me creían cuando decía 'después de Pascua hay una coalición cívica nacional'", contestó la chaqueña y agregó: "Un diálogo interreligioso, cultural, político de cara a lo que viene en el país en mayo, junio, es muy importante para que la sociedad vea que ciudadanos de distintos lugares están dispuestos a hacerse cargo del gobierno y asegurar una ética republicana en todas las provincias". (Página 12 del 10 de abril del 2007). El nivel de autismo que expresan estas declaraciones nos eximen de mayores comentarios. Pero hay una cuestión decisiva: Carrió- que supuestamente había renunciado al partido- intervino la regional A.R.I. de Capital Federal para imponer su apoyo a la fuerza que había denunciado hacía poco como parte del fascismo. Un contrato moral para construir una nueva república se basa en algo más que el personalismo de una megalómana, que se confunde a si misma con la (re)encarnación posmoderna del profeta Isaías. Además, requiere respeto por la opinión de los compañeros de construcción como los dirigentes del A.R.I. Capital que tal vez muy tarde hayan reparado en que fueron usados y luego enviados… a la papelera de reciclaje. Carrió primero les ofreció a los dirigentes porteños de su fuerza el segundo lugar en la lista para la legislatura, pero inmediatamente los confinó a los últimos sitios (nada expectantes, por cierto). Finalmente, la chaqueña intervino el partido en la Capital Federal. Así construye contrato moral, si no le gusta el parecer de un distrito, lo interviene, como ya había hecho en Córdoba.
El electorado de Capital Federal se enfrenta con un menú- descartadas las opciones puramente testimoniales-  en el que se presentan dos coaliciones de derecha (el macrismo y las huestes de Telerman) contra otra de centro izquierda (la entente entre el progresismo de Carlos Heller, Miguel Bonasso y Anibal Ibarra) y el Frente para la Victoria); única opción con posibilidades reales de triunfo que pueda ponerle límites al poder económico.      
Para construir fuerza política sólida y con capacidad de llegar al gobierno es preciso partir del diagnóstico más certero y adecuado a la realidad. Nunca se logrará edificar (más que una ridícula corte de adulones) en base a los caprichos de una personalidad desquiciada y megalómana, que- aunque no se anime a decirlo- se cree una (re)encarnación de los profetas bíblicos, a los cuales cita profusamente. La propia fundadora comienza a enunciar su largo adiós de la política, con su ya clásico aire de superioridad.  "Si no gano las elecciones es la última vez que compito. Sé que hice todo lo posible para cambiar la Argentina" (16 de marzo). Pero le faltó decir que la sociedad argentina no comprende su mensaje inmaculado (¿deberá flagelarse por ello?). Por lo tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos que El A.R.I. se encamina más rápido que lentamente hacia la disgregación. Más rápido, si la apuesta porteña resulta fallida. Pero ni siquiera se salvará de la liquidación en caso que su apuesta por Telerman saliese bien en la Capital Federal. Será el último favor que le haya hecho a la derecha, aún así no se salvará el Partido de la desintegración. La presencia en el bloque del actual jefe de gobierno de conocidos especuladores, negociadores de privilegios y espacios de poder (Enrique "Coti" Nosiglia, las sombras indemnes del duhaldismo, la U.C.E.D.E., el alfonsinismo, el delaruismo, entre otras alimañas) asegura que, de ganar la elección, le darán al A.R.I. una rotunda patada en el contrato moral cuando llegue el momento del reparto en los cargos.   
La consigna es clara: el último que se vaya, que apague la luz. A modo de despedida, de largo adiós, podemos decirle en forma nada exenta de alegría: doctora Carrió, métase sus invocaciones a los profetas, su remanido contrato moral y todos sus embustes donde le cupieren.
 

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