por Isabel Rauber
por Isabel Rauber
Hace más de diez años, cuando el país abandonaba a sus hijos a la suerte, un grupo de mujeres, hombres y niños radicados en el barrio porteño de
La emergencia existencial condujo, en primer lugar, a resolver lo inminente: brindar un plato de alimentación diaria, en primer lugar, a los niños. Así nació el Merendero ubicado en la calle Lamadrid 1053.
Para conseguir los alimentos, en un primer momento, tuvieron que conmover a los habitantes y comerciantes del barrio. Pero entonces, la relación de algunos de los vecinos y comerciantes de
Al poco tiempo, el lamentable incremento de la desocupación y de las consiguientes bocas a alimentar, extendió el merendero en un comedor diario. Así se instalaron también en el local ubicado en la calle Suárez 421, actual sede principal del Comedor Los Pibes. En un primer momento, la actividad central fue el acopio y la distribución de alimentos.
Alrededor de ello comenzó la construcción de un ámbito de contención colectiva que poco a poco, mediante el esfuerzo, la tenacidad y la constancia de las familias que integran el Comedor, logró articular la sobrevivencia con la lucha por la recuperación de fuentes de trabajo digno.
Había que garantizar el derecho a trabajar. Y un paso vital para ello fue rescatar la cultura del trabajo. Esta ha sido la impronta que marcó el ritmo de las tareas, el crecimiento y el desarrollo de los integrantes del Comedor Los Pibes. Y también les dio su mística del vida: Ellos luchan no solo para comer un día tras del otros, sino para recuperar la dignidad humana, ganarse el pan mediante el trabajo. Y por ello, como la recuperación de las fuentes de trabajo no se logra solo con el deseo, articulan –justamente‑ sus reclamos con las luchas por la recuperación de la capacidad productiva del país.
¿Cómo? La metodología fue sencilla: construyeron trabajo.
Y el Comedor se transformó en fábrica, en una fábrica de trabajo. Y así se llama el lugar emblema: "
Conscientes de que la sociedad no les regaló ni les va a regalar nada, junto al desarrollo de la cultura del trabajo, se han preocupado y se preocupan por capacitar a sus integrantes y a sus familiares, sobre todo a los jóvenes que han crecido entre sus reuniones, sus luchas y sus festejos. Sin capacitación no puede haber reinserción o inserción laboral, lo saben. Y por eso, sin acomodarse con lo que han conseguido, van por más.
El Comedor recibió/recibe subsidios, planes sociales y suministros directos del estado nacional: alimentos para el comedor y el merendero que hay que procesar y/o cocinar, materias primas para los emprendimientos, planes sociales jefas y jefes de hogar. Y recibe también, aunque en cantidades y surtido diferente, de parte del Gobierno de
En poco más de una década, el Comedor Los Pibes ha crecido notablemente, ampliando el perfil y el horizonte de los trabajos y la capacidad inventiva de sus integrantes y con ello, también, su dimensión social y política, ubicándose como un importante actor social.
Hoy,
Resulta difícil imaginar cómo se llegó a esto, más aún pretender conocer los intríngulis de tal situación, los artilugios legales, los argumentos de propiedad. Los integrantes del Comedor no pidieron ni piden limosnas ni regalos, siempre han pagado el alquiler de dicho local, y desde hace algún tiempo hacen esfuerzos para efectuar su compra. Sin embargo, la sed de ganancia ha venido incrementando el precio haciéndolo impagable por parte del Comedor. Ante la falta de entendimiento de las partes y el muy cercano vencimiento del contrato, el desalojo amenaza a Los Pibes y a sus padres como antes la desocupación y el hambre.
La vida de ciudadanos y ciudadanas argentinos será confrontada una vez más por una Razón Jurídica que –diciéndose ciega‑ otorga pleno derecho a unos, quitándole todo derecho a otros.
Ante tal cerrazón, el camino que queda es el del corazón y la solidaridad. Acompañar la fortaleza de los integrantes del Comedor con el respaldo de hombres y mujeres de este pueblo, de sus organizaciones sociales, de los medios de prensa. Solicitar a los dueños del local y a las autoridades correspondientes que, antes de dar curso a la orden de desalojo, se tomen un tiempo para re-pensar la propuesta presentada por el Comedor, para que –de conjunto‑ intenten nuevamente encontrar/construir una salida justa para ambas partes. Exhortarlos a que abran sus espíritus a la realidad de las familias de esa comunidad y ‑con su accionar‑ coadyuven a que crezca en ellas la esperanza de niños, jóvenes y adultos en un mañana lleno de vida.
No es mucho dar en tiempos de Navidad.
¡Que el mensaje llegue!